Porque las lágrimas, como cualquiera de las secreciones de nuestro cuerpo, tienen una razón de ser: cumplen con la delicada función de proteger los ojos, manteniendo transparente, húmeda y limpia la superficie de la córnea.
• Al hacer los movimientos del parpadeo o bien al apretar los parpados se aumenta la secreción de las glándulas, entonces las lágrimas salen por los llamados puntos lacrimales o poros pequeñísimos que se abren en las proximidades del ángulo interior del ojo, sobre el borde del parpado superior y por los conductos nasolacrimales, que desembocan en las cavidades de la nariz.
• El líquido de las lágrimas fluye continuamente con el objeto de mantener el ojo bien lubricado.
• Pero, en caso de que algún estimulo lo haga fluir en abundancia, las lágrimas salen de los parpados. Para esto se requieren condiciones especiales.
• La lágrimas salen debido a las emociones fuertes, los sentimientos de dolor y de ira, la risa convulsiva (en esas ocasiones se llora y se ríe al mismo tiempo), el mirar durante largo tiempo una llama, una lámpara o cualquier otra fuente de luz o de calor muy intensos, la introducción de un cuerpo extraño en el ojo, el movimiento rápido de los parpados, el apretar un parpado contra el otro y otras muchas circunstancias, que sería largo describir.
• El líquido acuoso que forma una lágrima contiene diversas sales (aunque no en cantidades excesivas), sobre todo cloruro de sodio (sal común) además de pequeñas cantidades de proteínas, glucosa y de una sustancia especial que lleva el nombre de lisozima, que es un aminoácido con poder para destruir las bacterias y microorganismos que pueden penetrar entre los párpados, a la córnea o a la conjuntiva del ojo.
• La secreción diaria de lágrimas, en condiciones normales, se calcula en uno o dos centímetros cúbicos. El líquido se vierte por medio de seis a diez conductos excretores ubicados en la órbita y en el espesor del párpado superior.