Nuestro equilibrio, nuestra capacidad para mantenernos erguidos sin caer, se debe a un conjunto de funciones en las que intervienen varios órganos de nuestro cuerpo. El principal se encuentra en el oído interno y está formado por minúsculos canales y membranas con el poder de registrar cada cambio de equilibrio de la cabeza:
• Tan pronto como ocurre un desequilibrio, producido por un movimiento brusco de la cabeza o un cambio rápido en la posición del cuerpo, por ejemplo, el delicado aparato de nuestro oído interno advierte a un nervio que pasa la información al cerebro que, a su vez, ordena a los músculos que corrijan la posición.
• Por supuesto que es muy fácil estar de pie, pero cualquier cosa basta para turbar nuestro equilibrio: el puente de un barco que se mete sobre las olas, un giro rápido del cuerpo, el ascenso a una montaña o a cualquier lugar alto, una carrera en automóvil por una carretera con muchas curvas, un simple tapón de cerumen en la oreja, eso basta para que el delicadísimo aparato de nuestro equilibrio transmita informaciones falsas o inadecuadas al cerebro, con lo que nosotros quedamos presa de un vértigo o de un mareo que puede hacernos caer al suelo.